domingo, 15 de agosto de 2021

OTRA MIRADA A "DESDE EL CUARTO DE AMADORA"


Es una valoración de la novela. Sólo por leer cosas así, me ha valido la pena escribirla. Aquí tenéis el enlace:


"Desde el cuarto de Amadora" constituye ese relato de los hechos acontecidos hace ya siete décadas, muchos años antes de que naciera el narrador, ...

P.D. Y de la que os allegáis a ese blog, podéis convertiros en asiduos visitantes de sus entradas.

Seguro que me agradeceréis el consejo...

sábado, 19 de junio de 2021

"DESDE EL CUARTO DE AMADORA" (Sólo un poco)


Presagios

   “El verano anterior al otoño en que Amadora enfermó se presentó pálido de nieblas. Un día tras otro, el amanecer volvía blancas las miradas, que no tenían adónde dirigirse. Fuera de esa albura omnipresente, nada se veía. En su seno se sumergían hasta desaparecer las copas de los tilos, las flores del jardín, la línea recta de la carretera, el espacio mismo. Sólo los sonidos taladraban aquella espesura y el pueblo entero se llenó de bastones improvisados que tanteaban el suelo en busca de orientación, o de voces que advertían de la presencia de alguien o demandaban, aunque ignorasen a quién, información acerca de dónde se hallaban. Únicamente en el interior de las casas se liberaban los ojos y adquirían soltura los movimientos, así que se cerraban puertas y ventanas por preservar ese entorno íntimo de la densidad de la bruma. Doña Isaura, que amaba en gran medida la higiene, quiso que entrara en su mansión el aire de la calle y anduvo perdida una mañana entera, trazando itinerarios sin tino en su propia habitación, cegada por la blancura que invadió estancias y corredores.

   Hubo momentos en que ese algodón translúcido que nos atrapaba jugaba a dejarnos escapar. Sin llegar a desaparecer del todo, se hacía más poroso o más tenue, y era entonces como si contemplásemos el mundo desde detrás de visillos de encaje fino. Los colores se apagaban en beneficio del gris, y los perfiles de edificios y paisajes se difuminaban para fundirse en un contínuum de ambigüedades que nos arrebataba límites y formas definidas.

   Vivíamos en medio de una nube que, en lugar de mojarnos, nos envolvía en un sentimiento vecino de la tristeza, o eso pensábamos entonces, que era la niebla la que nos volvía taciturnos por aquellos días. Y, sin embargo, cuando al fin el viento del Sur sopló para llevársela consigo, no se alejó con ella nuestra pesadumbre. Una mañana se dibujaron por entre el aire velado que nos rodeaba oquedades de luz, vértices de sol, pasillos luminosos, paredes inconsistentes que se deshilachaban hasta desaparecer. Una ráfaga última devolvió a la atmósfera la transparencia y el cielo recobró al fin su azul, pero la melancolía quedó en nosotros, como un barco varado permanece inmóvil tras la retirada de la marea. Y, a pesar de ello, como en ese estado de ánimo no nos reconocíamos, nos negamos a admitir que fluía de dentro afuera de nosotros mismos y seguimos buscando en el exterior motivos que justificasen su pervivencia.

   […]

   Todavía no podíamos saber que la enfermedad de Amadora había empezado a manifestarse en cada uno de nosotros antes que en ella. En aquel mundo al revés, el efecto se mostraba primero que la causa, el disgusto por la desgracia precedía a la desgracia misma. Aún tendría que transcurrir un tiempo para que comprendiéramos que si nuestra mirada se nublaba, aunque ya no hubiera niebla, era porque nuestro sentimiento se anticipaba al infortunio que lo iba a producir”.

             “DESDE EL CUARTO DE AMADORA”, páginas 110-111


martes, 18 de febrero de 2020

NOTAS SOBRE UN PROCESO CREATIVO (4): CÓMO DI VOZ A AMADORA

Escribir “Desde el cuarto de Amadora” (1) me supuso un trabajo meticuloso, de orfebre, donde placer y sinsabores caminaron a la par. Había que dejar que fluyera sin prisa el discurso, pararse y eliminarlo si se retorcía, si innecesariamente se enrevesaba. No conformarse con lo primero que surgía; abominar de lo hecho, deconstruirlo, probar de nuevo. Seleccionar el vocabulario apropiado, desechar términos que no se ajustasen no ya a lo que quería decir, sino, también, a cómo debía decirse.
   Me quejaba a menudo –y siempre me sucede- de la insuficiencia del lenguaje. Cómo no repetirse, si no existe un sinónimo adecuado; cómo sustituir una voz por otra, si falla la eufonía. ¿Existe música en una novela? Y cómo no, si son sonidos su materia prima,   los puntos y las comas silencios. Para mí, un texto literario necesita de una melodía y el caso es dar con ella. No se trata de prefijarla de antemano,  hay que encontrarla. Poner el oído, más que la oreja, ante lo que va saliendo: una rima interna vuelve machacón el ritmo de una frase, una palabra no combina fónicamente con otras, es inaceptable la aparición de un pareado en una prosa sin verso. Todo esto había que hacerlo sobre la marcha, no desde la lógica, sino desde la intuición, que, al menos para mí, no es la escritura una labor matemática.
   El tema marcó el estilo. El léxico denota, da cuenta de un contenido, y resulta esencial que lo haga. El lector no puede quedarse sin saber qué se le cuenta, y ello requiere esfuerzo, porque obviamente no es igual cómo le llegue, no escribimos de la misma forma que hablamos. ¡Hay tanto empeño verbal detrás de la claridad, tanta complejidad en la sencillez! Las horas se deslizan rápidas, mientras pienso en cómo he de decir. A menudo me iba a Babia y volvía dichoso si, entre pensamientos vanos, mientras permanecía ajeno al discurrir del tiempo, se me había cruzado al fin la expresión que se me resistía, la imagen que transparentase una idea, la prolongación de un momento que dotase de continuidad a un argumento inconcluso o diese oportuna voz a un personaje.
   Es la creación literaria una tarea ardua. Requiere también de un tono; de una modulación de tonos, además. Menos mal que las palabras, aparte de significar, connotan. Porque, si no, una novela como “Desde el cuarto de Amadora” sería imposible. Planteada desde la evocación de un tiempo ya pretérito, demandaba una escritura afectiva, que diera entrada en sus páginas al dolor y a la nostalgia, a lo maravilloso y al costumbrismo más elemental; a una realidad que por momentos se abriera al humor o se desentendiera por completo de él. Y, en consonancia con ello, debía utilizar una multiplicidad de registros lingüísticos.
   Los personajes se hicieron eco de lo entrañable del recuerdo, y, en su mayoría, ellos mismos son entrañables .En su caracterización, me interesaron más sus actitudes, su comportamiento o su habla que el físico, que apenas, y casi nunca, aparece apuntado. Que les ponga cara el lector, si se le aparece. Yo, en cambio, puedo dedicar unas cuantas líneas a describir cómo cae una hoja de un tilo, al vuelo alocado de un papel a instancias del viento, a la biblioteca insospechada que oculta una cueva abierta a los embates del mar. No digamos nada si de la Casa Grande o del jardín de los tilos hablamos. Es el protagonismo del paisaje, que no escapa a la magia de la historia. Que se funde con ella.
   El diálogo sirve de apoyatura al discurso narrativo. En puridad, casi podría decirse que no suele presentarse como tal. Se trata, más bien, de intervenciones aisladas; aunque en un contexto conversacional, entre ellas hay lugar para la digresión, el comentario, explicaciones varias. Se percibe incluso en la grafía: surgen, frente a lo habitual, entrecomilladas en medio del relato, sin guiones que las introduzcan.
   (1): Se oferta en Amazon 

sábado, 19 de octubre de 2019


NOTAS SOBRE UN PROCESO CREATIVO (3): DE LA VIDA A LA FICCIÓN


Como ya he expuesto, cuando escribo soy más intuitivo que racional, improviso más que planifico. Voy trazando los personajes según se me revelan. "A ver qué me cuentan", pienso a menudo cuando me enfrento a la página en blanco.
   Pero ahora quiero hablar del proceso creativo de “Desde el cuarto de Amadora” desde una perspectiva que a primera vista contradice lo dicho. Atentos a esta confidencia: algunos rasgos de  varios protagonistas de la novela los he tomado de individuos de carne y hueso. Y lo mismo ha ocurrido con ciertos hechos. La realidad me inspira, pero para (re) inventarla. Hago mías las palabras de Vargas Llosa:

“Para casi todos los escritores, la memoria es el punto de partida de la fantasía, el trampolín que dispara la imaginación en su vuelo impredecible hacia la ficción”.   
                                   De “La realidad de las mentiras”

      Oí contar a un tío mío que, mucho tiempo atrás, un pariente gravemente enfermo entretenía la espera de la muerte cantando “Amapola (1). También supe que, cuando niño, él y sus hermanos motejaban al maestro del pueblo con el impagable apodo de Tequeteque Menudita Pisaflores. Y que había conocido a un loro malhablado, y a un mendigo perturbado que no apartaba los ojos de periódicos que limosneaba. El nombre de una costurera que iba de casa en casa zurciendo rotos me encantó: Amadora, se llamaba. Todo eso está en “Desde el cuarto de Amadora”, aunque no como fue.
   “¡Vaya lo que ha dado de sí aquella muyerina!”, se sorprendía mi madre, según leía  capítulos. Se refería a la modista, a la que sin duda, debió en sus infancia más de un remiendo. Sin embargo, no es ella, sino el personaje que me inspiró, quien aparece en la novela. Desde el primer momento dejó de ser la Amadora verdadera para dar paso a una ficción. Y algo similar ocurriría con otros que tuvieron, asimismo, un referente real. O con anécdotas  que ocurrieron, pero que se desarrollan de una manera que las distorsiona hasta volverlas irreconocibles, porque, en efecto, ya poseen, al terminar de escribirlas, diferente entidad.
   Sucesos de escaso recorrido se agrandan y originan una línea argumental compleja. Una acción tira de otra, se entretejen tramas que van surgiendo. Y un rasgo es sólo el punto de partida sobre el que se forja un personaje, el yo literario de un alter ego que acaso tuvo un punto de verdad. Más características que ya no fueron suyas se le sumarán, porque un personaje no es únicamente él, lo modelan el entorno, los conflictos, los demás con quienes interactúa. Y cuando menos se le espera, sale al encuentro, además, un nuevo protagonista, y la relación con sus inopinados compañeros de reparto todo lo altera. Unos y otros van conformándose al tiempo que se inventa la realidad que habitan y que, además, ellos construirán con sus actuaciones.
    Hubo que dejar que fluyeran, sin manipulaciones, no eran muñecos, marionetas cuyos hilos manejaba. Así, hasta que me encontré, finalmente, con lo que buscaba: “Desde el cuarto de Amadora(2):  no una crónica, sino una novela.

(1)     Célebre melodía de José María Lacalle, con letra de Luis Roldán.   

(2)      Podéis adquirirla en Amazon.  

lunes, 1 de abril de 2019

NOTAS SOBRE UN PROCESO CREATIVO (2)


Seguro que hay escritores que cuando inician la redacción de una novela ya la tienen prácticamente terminada. Quiero decir que antes de ponerse a ello han ido componiendo un esquema que sólo han de rellenar o completar. Al ponerse delante del ordenador, lo saben ya todo, aunque puedan incorporar algo que incluso dé lugar a un nuevo pasaje. Yo no soy de ésos, y lo prueba cómo hice “Desde el cuarto de Amadora” (1).
   No elaboré un plano que me condujera, tras una serie de pasos muy perfilados, a un desenlace, ni siquiera construí un esqueleto al que, después, me dedicase a dotar de encarnadura. Al principio, situado delante del teclado y con la página en blanco, únicamente disponía de anécdotas, peculiares, pero muy sucintas; el recuerdo de alguna persona que me inspiraba, pero a la que aún no había convertido en personaje, el propósito, en fin, de retratar una época ya ida. Muy escasos mimbres para tejer un cesto con la envergadura de una novela.
   Y es que el argumento, los argumentos que conforman la obra, fueron surgiendo según tecleaba, sin que siguiera un plan establecido de antemano, sin que supiese adónde me conducirían, o si, ay, me llevarían a alguna parte. Como cuando, todavía adolescente, empecé a escribir un relato policíaco y, a medida que avanzaba la trama, me entraba ansiedad: quería llegar al desenlace por averiguar quién era el asesino. También ahora, al principio yo lo desconocía casi todo e iba creando sobre la marcha. Hasta en el número de páginas se nota esa ausencia de previsión. Me había planteado que tal vez alcanzaría las 100, luego el doble, más tarde ya las que salieran. Y fueron 434. A nadie sorprenderá que advierta que me gusta recrearme en el camino, que, encima, conoce insospechadas bifurcaciones que recorrer…
(1) A la venta en Amazon.

jueves, 14 de marzo de 2019


NOTAS SOBRE UN PROCESO CREATIVO (1)

No escribí la novela “Desde el cuarto de Amadora” (1) de seguido, de una sentada sólo interrumpida por los lógicos intervalos a que me obligaran el descanso o ineludibles períodos de ocio. Me ocupó 8 años, aunque únicamente contaron los veranos. El curso –de septiembre a junio- me demandaba otras dedicaciones, teatrales y docentes.
   Esa discontinuidad me obligaba a leer y releer lo ya escrito, cada vez que, llegadas las vacaciones, reanudaba el trabajo. Había de recuperar personajes y situaciones,  rescatarlos de las páginas donde me aguardaban tal como, detenidos en el tiempo, los había dejado y quedaran el año anterior. Y con la dificultad añadida de hacerlo utilizando el mismo estilo, lo cual me exigía vencer inercias literarias: recién acababa de terminar la temporada teatral en el instituto, y distan de asemejarse el discurso del género dramático y el narrativo. Puedo asegurar al lector que transitar del uno al otro no es tarea fácil.
   A favor contaba con la estructura de la novela. La historia que se cuenta en “Desde el cuarto de Amadora” se nutre de historias varias, bien que entrelazadas entre sí y compartiendo, así sea en cierta medida, protagonistas. Ello facilitaba la vuelta a la obra inconclusa, tras los periódicos –y muy largos- aplazamientos a que me obligaban mis deberes profesionales.
(1)     Se oferta en Amazon.

martes, 26 de febrero de 2019

SOBRE "DESDE EL CUARTO DE AMADORA", SE HA DICHO... (I)


Algunos lectores han dejado por escrito su valoración de "Desde el cuarto de Amadora". Las tres que siguen están publicadas en Amazon. Al tiempo que expresan su opinión sobre la novela, inciden en aspectos que completan información sobre la misma. Ello me ha animado a traerlas al blog.
Esto dicen:


El libro me ha encantado, es de esas lecturas que no quieres que nadie te hable ni te interrumpa, deseando tener un hueco para leer.
Los personajes me han parecido todos entrañables, sintiéndome empática con sus vivencias. Cada cual con su característica, te llega dentro.
Las descripciones de lugares están unidas a vivencias del autor llenas de emociones y sensaciones. Me recordaba las tertulias familiares después de comer que te absorben horas escuchando a tus mayores.
El texto tiene tal cantidad de riqueza y requiebros que ríes de buen grado.
Le recomiendo a todo el que quiera leer una buena literatura, no quedará decepcionado.



Es un libro delicioso, de los que hay que saborear sin prisas. Me sorprendió el cuidado con el que están escritos todos y cada uno de sus pasajes, con un lenguaje delicado, armonioso y sincero. Me encantaron los entrañables personajes de un pueblo sin nombre donde todos son protagonistas. Es uno de esos libros que cuando los terminas te invade la nostalgia por la pérdida del universo que el autor ha creado. Muy recomendable para quien busque literatura con originalidad y buen estilo.



A veces las canciones se nos quedan en el corazón y se convierten en música que llegó para quedarse.
La canción de Amadora actúa como hilo musical de la novela. El hilo que enhebra los recuerdos, que teje los sueños y amuebla los paisajes...
La canción de Amadora es un grito detenido en el aire ante un pelotón de fusilamiento...
Pero sobre todo, la canción de Amadora nos conduce al lugar en donde se libran todas las batallas y sucede la magia: el corazón humano...
Por eso después de leer esta novela, Amadora, no deja de cantar en mi corazón...

martes, 12 de febrero de 2019

BREVÍSIMA SÍNTESIS ARGUMENTAL


Cuando empecé a escribir la novela “Desde el cuarto de Amadora” (1), pensaba en ejercer de notario de un tiempo perdido. Al abrigo de un círculo de tilos, ante un cenador de piedra de la casona familiar, un tío muy anciano rememora para su sobrino, también ya mayor, la asombrosa historia acaecida en su pueblo durante la guerra civil española. Aunque mejor cabría hablar de historias, pues al hilo de la trama principal surgirán otras, en las que, no obstante, aquélla siempre terminará por hacerse presente.
   En esta obra de protagonismo colectivo, dejé que los personajes interactuasen para resucitar vidas y formas de vida seculares. Pero ese costumbrismo siempre acaba en  prodigio. Al compás de la cotidianidad se cuela, para entretejérsele, la magia de la canción con que Amadora se despide del mundo desde una estancia de la Casa Grande…
Leedla y sabréis más.
(1)     Se oferta en Amazon.

viernes, 1 de febrero de 2019

En este blog se ofrecerán noticias de mi novela "Desde el cuarto de Amadora". Para empezar, os informaré de que tiene 434 páginas. Su contraportada ofrece una sucinta información del argumento, que reproduzco:

"Fuera de tiempo, florecían las amapolas. Lo extraordinario era que las trajera una canción. La entonaba Amadora desde su lecho de muerte. A su son, la vida misma se transformaba y sucedía lo impensable".

Por hoy no diré más. Salvo que podéis adquirirla en Amazon, al precio de 11,81 €.

OTRA MIRADA A "DESDE EL CUARTO DE AMADORA" Es una valoración de la novela. Sólo por leer cosas así, me ha valido la pena escribirl...