NOTAS SOBRE UN PROCESO CREATIVO (1)
No
escribí la novela “Desde el cuarto de
Amadora” (1) de seguido, de una sentada sólo
interrumpida por los lógicos intervalos a que me obligaran el descanso o
ineludibles períodos de ocio. Me ocupó 8 años, aunque únicamente contaron los
veranos. El curso –de septiembre a junio- me demandaba otras dedicaciones, teatrales
y docentes.
Esa discontinuidad me obligaba a leer y
releer lo ya escrito, cada vez que, llegadas las vacaciones, reanudaba el
trabajo. Había de recuperar personajes y situaciones, rescatarlos de las páginas donde me aguardaban
tal como, detenidos en el tiempo, los había dejado y quedaran el año anterior.
Y con la dificultad añadida de hacerlo utilizando el mismo estilo, lo cual me
exigía vencer inercias literarias: recién acababa de terminar la temporada
teatral en el instituto, y distan de
asemejarse el discurso del género dramático y el narrativo. Puedo asegurar al lector que transitar del uno al otro no es tarea
fácil.
A favor contaba con la estructura de la novela. La historia que se cuenta en “Desde
el cuarto de Amadora” se nutre de historias varias, bien que entrelazadas
entre sí y compartiendo, así sea en cierta medida, protagonistas. Ello
facilitaba la vuelta a la obra inconclusa, tras los periódicos –y muy largos-
aplazamientos a que me obligaban mis deberes profesionales.
(1)
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