sábado, 19 de octubre de 2019


NOTAS SOBRE UN PROCESO CREATIVO (3): DE LA VIDA A LA FICCIÓN


Como ya he expuesto, cuando escribo soy más intuitivo que racional, improviso más que planifico. Voy trazando los personajes según se me revelan. "A ver qué me cuentan", pienso a menudo cuando me enfrento a la página en blanco.
   Pero ahora quiero hablar del proceso creativo de “Desde el cuarto de Amadora” desde una perspectiva que a primera vista contradice lo dicho. Atentos a esta confidencia: algunos rasgos de  varios protagonistas de la novela los he tomado de individuos de carne y hueso. Y lo mismo ha ocurrido con ciertos hechos. La realidad me inspira, pero para (re) inventarla. Hago mías las palabras de Vargas Llosa:

“Para casi todos los escritores, la memoria es el punto de partida de la fantasía, el trampolín que dispara la imaginación en su vuelo impredecible hacia la ficción”.   
                                   De “La realidad de las mentiras”

      Oí contar a un tío mío que, mucho tiempo atrás, un pariente gravemente enfermo entretenía la espera de la muerte cantando “Amapola (1). También supe que, cuando niño, él y sus hermanos motejaban al maestro del pueblo con el impagable apodo de Tequeteque Menudita Pisaflores. Y que había conocido a un loro malhablado, y a un mendigo perturbado que no apartaba los ojos de periódicos que limosneaba. El nombre de una costurera que iba de casa en casa zurciendo rotos me encantó: Amadora, se llamaba. Todo eso está en “Desde el cuarto de Amadora”, aunque no como fue.
   “¡Vaya lo que ha dado de sí aquella muyerina!”, se sorprendía mi madre, según leía  capítulos. Se refería a la modista, a la que sin duda, debió en sus infancia más de un remiendo. Sin embargo, no es ella, sino el personaje que me inspiró, quien aparece en la novela. Desde el primer momento dejó de ser la Amadora verdadera para dar paso a una ficción. Y algo similar ocurriría con otros que tuvieron, asimismo, un referente real. O con anécdotas  que ocurrieron, pero que se desarrollan de una manera que las distorsiona hasta volverlas irreconocibles, porque, en efecto, ya poseen, al terminar de escribirlas, diferente entidad.
   Sucesos de escaso recorrido se agrandan y originan una línea argumental compleja. Una acción tira de otra, se entretejen tramas que van surgiendo. Y un rasgo es sólo el punto de partida sobre el que se forja un personaje, el yo literario de un alter ego que acaso tuvo un punto de verdad. Más características que ya no fueron suyas se le sumarán, porque un personaje no es únicamente él, lo modelan el entorno, los conflictos, los demás con quienes interactúa. Y cuando menos se le espera, sale al encuentro, además, un nuevo protagonista, y la relación con sus inopinados compañeros de reparto todo lo altera. Unos y otros van conformándose al tiempo que se inventa la realidad que habitan y que, además, ellos construirán con sus actuaciones.
    Hubo que dejar que fluyeran, sin manipulaciones, no eran muñecos, marionetas cuyos hilos manejaba. Así, hasta que me encontré, finalmente, con lo que buscaba: “Desde el cuarto de Amadora(2):  no una crónica, sino una novela.

(1)     Célebre melodía de José María Lacalle, con letra de Luis Roldán.   

(2)      Podéis adquirirla en Amazon.  

OTRA MIRADA A "DESDE EL CUARTO DE AMADORA" Es una valoración de la novela. Sólo por leer cosas así, me ha valido la pena escribirl...